Respiración Artificial
Autor: Ricardo Piglia
Compañía Editora Espasa Calpe Argentina S.A / Seix Barral
Año de publicación: 1980
Idioma original: Español
Hay
libros que parecen estar esperando que uno los lea, a veces por la temática,
por la forma o por las palabras, y mi relectura de esta novela de Ricardo
Piglia no hizo más que confirmármelo. La primera vez que leí Respiración Artificial, allá por el
2015, me perdí, no entendí la trama, pero había algo en el lenguaje y en la
manera de contar que iba más allá. A veces, bajo el velo del no entender se
esconde algo que queda guardado en la memoria, que exige y que reclama volver,
quizás para desentrañar el misterio, pero también para atesorarlo. Al releer la
novela, la trama ya no parecía tan compleja, y no lo es, pero si conservaba esa
prosa entrecortada, artificial, y la increíble capacidad de Piglia de escribir
cosas como "La historia argentina es
el monólogo alucinado, interminable, del sargento Cabral en el momento de su
muerte, transcrito por Roberto Arlt" o "incluso mi tía Margarita, dijo Renzi, puede corregir una página de
Arlt, pero nadie puede escribirla".
Respiración Artificial
es, ante todo, una novela de conversaciones. La presencia de discusiones sobre
Borges o sobre el mismo Arlt me parecen atractivas no por ser un vano
despliegue de erudición, sino porque juegan un papel fundamental dentro y fuera
de la ficción. Por fuera, en la realidad, Piglia además de escritor es un
crítico literario, y lo que es requisito para ambos oficios es ser un lector. Lejos de
esa imagen del crítico como un escritor frustrado que consagra o desprestigia
lo que escribieron otros, en Piglia se ve como la escritura y la crítica son
dos caras de una misma moneda, la de la lectura, y el discurso de la crítica alimenta a su ficción, así como en Formas breves o El último
lector se da el caso inverso, donde el ensayo crítico bebe del discurso
ficcional. Borges, Arlt, Gombrowicz,
Joyce, Kafka o Phillip K. Dick son algunos nombres que aparecen para ser objeto de discusiones, lecturas y reescrituras.
En el
interior de la novela, las citas y discusiones literarias conforman un
entramado que se condice con la yuxtaposición de formas y temporalidades entre las
cartas del exiliado Enrique Ossorio, datadas a mediados del siglo XIX, con el
intercambio y la relación entre Emilio Renzi y el profesor Marcelo Maggi durante la segunda mitad de los años 70'. En
su correspondencia, Ossorio habla de escribir una utopía mediante cartas que vienen del
futuro, algo intrínseco a la propia temporalidad del género ("escribir
una carta es enviar un mensaje al futuro"), y que parece
ocurrir si se leen en conjunto con las cartas de Maggi y Renzi.
El orden
de las cartas está mezclado y articulado mediante la presencia del censor
Arocena, quien intenta encontrar en la correspondencia un mensaje cifrado. Arocena es un
lector, un lector en función de su tarea despreciable y criminal, pero un lector al
fin, y como tal intenta acceder a una clave que le permita unir fragmentos
aparentemente inconexos y obtener un significado oculto. Obtener un secreto escondido entre los fragmentos, el "sentido", es uno de los objetivos
implícitos en la lectura, que se da de bruces constantemente con la multiplicidad de
lecturas posibles. Este personaje introduce el contexto represivo de la última
dictadura militar argentina, tanto en la ficción como en la realidad, ya que la
novela fue publicada en 1980. El siglo XIX argentino, representado por las
cartas de Ossorio desde el exilio, se complementan con la vida política bajo la
dictadura que aparece por omisión, aunque es fácilmente reconocible en las
vivencias del Profesor Maggi.
El
filósofo Tardewski, una ficcionalización si se quiere de Gombrowicz, se adueña
de la segunda parte con el relato de su exilio en la Argentina y su descubrimiento sobre Kafka, de una inconfundible naturaleza borgeana. La historia con mayúsculas aparece también
como un texto, quizás más difícil de comprender, incluso dependiente
del azar, pero aprehensible por lectores atentos como Kafka, quien ve en
las ideas de un sombrío pintor austríaco el horror que sobrevendrá años más
tarde, pero que también alimentarán su literatura. Tardewski y Renzi le sirven
a Piglia para plasmar lecturas e hipótesis sobre filosofía y literatura que
luego aparecerán en su producción crítica. Incluso durante el final de una de
sus clases sobre Borges, muchos años después de la publicación de la novela, una persona del público le pregunta sobre la idea de
Borges como escritor que cierra el siglo XIX argentino, algo dicho por Renzi en
Respiración Artificial. El escritor y
su alter ego, luego de años de escritura, se han fundido a tal punto que es difícil
diferenciar la escritura de ficción de la escritura crítica.
Respiración Artificial es
de esos libros a los que se puede volver, y encontrarse no solo con cosas que no significaron nada en la primera lectura, sino que también lo que
uno creyó haber entendido no significa lo mismo al releer. Ricardo Piglia es una figura
ineludible, que va desde lo académico hasta lo popular, un intelectual y un
maestro que trasmite una pasión inmensa
por la literatura. Por la temática, la
forma y la escritura, Respiración
artificial es una novela excelente, que me marcó como lector y que es, para
mí, uno de los puntos más altos de la literatura argentina.
El orden de las cartas está mezclado y articulado mediante la presencia del censor Arocena, quien intenta encontrar en la correspondencia un mensaje cifrado. Arocena es un lector, un lector en función de su tarea despreciable y criminal, pero un lector al fin, y como tal intenta acceder a una clave que le permita unir fragmentos aparentemente inconexos y obtener un significado oculto. Obtener un secreto escondido entre los fragmentos, el "sentido", es uno de los objetivos implícitos en la lectura, que se da de bruces constantemente con la multiplicidad de lecturas posibles. Este personaje introduce el contexto represivo de la última dictadura militar argentina, tanto en la ficción como en la realidad, ya que la novela fue publicada en 1980. El siglo XIX argentino, representado por las cartas de Ossorio desde el exilio, se complementan con la vida política bajo la dictadura que aparece por omisión, aunque es fácilmente reconocible en las vivencias del Profesor Maggi.
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