Pedro Páramo - Juan Rulfo

Pedro Páramo



Autor: Juan Rulfo

Fondo de Cultura Económica

Año de publicación: 1955

Idioma original: Español

Bueno, aquí estamos después de un mes extremadamente intenso en cuanto a parciales y otras cosas de las que no quiero acordarme. Tengo que admitir que leer Pedro Páramo después del mal trago del libro anterior no fue una elección casual ya que, si bien hay excepciones, para mi los clásico muchas veces brindan esa supuesta seguridad de decir: “bueno, este no puede fallar”. Sin embargo, sería un error descartar la subjetividad de cada lectura, y como se relaciona dicha lectura con ese libro consagrado. El clásico viene con un agregado de lecturas anteriores, a veces tan integradas al propio libro que pasan desapercibidas, que tienen el poder de influir en lecturas posteriores[1]. No se trata de decir “como todo el mundo sabe, Pedro Páramo es un libro extraordinario” y nada más, porque en primer lugar quizás haya alguien que no lo sepa y, sobre todo, lo que me gusta y me interesa es escribir sobre los libros que leo. Y efectivamente la novela de Rulfo es uno de esos libros. 

Si algo caracteriza a Pedro Páramo es la multiplicidad. Con una escritura precisa y simple al mismo tiempo, Rulfo pinta un fresco de personajes, voces, tiempos y paisajes que se relacionan entre sí, conformando un mundo extremadamente vital e interesante. Del mismo modo que en Faulker, quien ya tiene una entrada en este blog (Luz de agosto), los tiempos y los personajes se van fundiendo pero, a diferencia del estadounidense, la prosa de Rulfo es tan clara y consistente que la transición entre cronologías se me apareció con total naturalidad. Si bien el uso de las voces y los ecos vuelven cada vez más difusas las fronteras entre tiempos y espacios, la escritura se asemeja al relato oral, donde las historias se van hilvanando unas con otras. Esta característica es fundamental a la hora de la construcción de Comala como espacio narrativo.

Comala aparece como destino y como tumba; el lugar donde buscar el origen pero donde la muerte reina por sobre todas las cosas. Los ecos y los murmullos de los muertos conforman un tejido narrativo que le da cohesión a la novela, curiosamente a la vez que es lo que la hace fragmentaria. En tiempos tan tumultuosos como la Revolución Mexicana, la muerte está profundamente presente, no como un final o una fatalidad, sino como algo que moldea y forma parte de la identidad de un pueblo. Esto no descarta las duras condiciones de vida o la presencia de historias trágicas (“Hay pueblos que saben a desdicha”), sino que lleva a una conjugación entre lo vivo y lo muerto, lo que constantemente vuelve en medio de un paisaje desértico; que conlleva el peso del tiempo y de la historia de un pueblo.


Juan Rulfo

Podemos distinguir en Pedro Páramo dos historias fundamentales, que se funden en una sola a través de relatos intercalados, versiones distintas de los mismos hechos y el murmullo de las voces que habitan Comala, yuxtaponiéndose constantemente. En primer lugar nos encontramos con Juan Preciado, la primera persona del que, en mi opinión, es un de los mejores comienzos que tuve oportunidad de leer:

"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. "No dejes de ir a visitarlo -me recomendó. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura de que le dar gusto conocerte." Entonces no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después de que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas" 

El viaje a Comala llevará a Juan Preciado a encontrarse, literalmente, con un pueblo fantasma en donde las voces y los ecos del pasado traerán constantemente la segunda historia, la de su padre Pedro Páramo, el centro de toda la novela. En medio de la Revolución Mexicana, conocemos a un hombre poderoso, a un caudillo capaz de ser frío y distante para ejercer su dominio en su territorio, pero también profundamente humano, como lo demuestra su relación con su hijo Miguel y, sobre todo, con Susana San Juan. El propio nombre de Pedro Páramo lo identifica plenamente con Comala, el es la piedra (el nombre Pedro viene del latín petrus, literalmente piedra) en el Páramo, el desierto, que sin embargo no siempre fue así si nos guiamos por el recuerdo de Dolores, la madre de Juan Preciado, quien recuerda al lugar como una llanura verde y con pinceladas de amarillo por las plantaciones de maíz. Pedro Páramo construye su poder en ese espacio, antes idílico y ahora similar al infierno debido al calor y a la muerte que lo ronda, para luego derrumbarse "como si fuera un montón de piedras".

El recorrido por la novela, como ya se ha dicho, no sigue un orden cronológico, ni se da mediante un discurso único. Constantemente se mezclan voces, tiempos y visiones de los hechos que llevan al lector a través de la historia de Comala, que es la del propio Pedro Páramo, fragmentada y entremezclada con gran maestría por parte de Rulfo. Si bien esta novela se publicó en 1955, el desarrollo de la historia, la escritura y la forma en que esta armada la hacen profundamente actual, donde el sentido de lo fragmentario lejos de ser un problema es una posibilidad para el lector. Pieza clave de la literatura latinoamericana, tan particular como universal, Pedro Páramo es una experiencia inagotable, que se renueva en cada lectura y con una poética que sabe transmitir esos ecos y murmullos tan ligados a la historia de nuestro continente. 



[1] Sobre esto es muy recomendable el libro de Ítalo Calvino Por que leer a los clásicos. Y sobre lecturas que marcan a las que vendrán, entre muchas otras cosas, está Kafka y sus precursores de Jorge Luis Borges, publicado en el libro Otras Inquisiciones, que en algún momento aparecerá por este blog.   


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