Retrato del Artista Adolescente - James Joyce

 

Retrato del Artista Adolescente


Autor: James Joyce

Editorial Argos Vergara S.A.

Título original: A Portrait of the Artist as a Young Man

Año de publicación: 1916

Idioma original: Inglés

Traductor: Dámaso Alonso

Una de las cosas más misteriosas y mágicas de la lectura es la capacidad de algunos libros de instalarte un tema en la cabeza por algo que leíste y revelarte auténticos mundos nuevos en los cuales perderse. En este aspecto, mis últimas lecturas estuvieron marcadas por la influencia de La invención de Irlanda de Declan Kiberd, un ensayo sobre literatura y cultura irlandesas que me fascinó. No me acuerdo quién me lo recomendó, pero es un genial recorrido por una literatura impresionante, marcada por el problema de la identidad de un pueblo sometido durante ocho siglos al dominio inglés, con la lengua del conquistador como lengua cotidiana y que ha dado escritores de la talla de Oscar Wilde, George Bernard Shaw, William Butler Yeats (poeta que antes de leer este libro me era indiferente y ahora es sin dudas de mis favoritos), Samuel Beckett y quien nos ocupa: James Joyce.

Solo el nombre de Joyce trae aparejado una serie de conceptos, o prejuicios, en torno a la dificultad y el prestigio. El Ulises, que será la próxima entrada en el blog, es el as de espadas de quien quiere presumir de una basta cultura, casi como una medalla que hace de uno un lector ejemplar, lo que pone a esta novela lamentablemente en un lugar inaccesible, el libro clásico quizás más renombrado y a la vez menos leído. Pero bueno, esto no es sobre el Ulises ¿O si? Sabiendo que el protagonista de Retrato del Artista Adolescente es uno de los personajes centrales del Ulises ¿Se puede leer como novela independiente o su lectura está condicionada a posteriori por la centralidad de la gran obra de Joyce? ¿Cómo se relacionan las obras de un escritor consagrado entre sí? La respuesta a la primera pregunta es si, y con creces, ya que es una buena novela, mientras que las otras dos serán el tema a tratar en este blog en las próximas entradas.

A veces catalogada como "Bildungsromano novela de aprendizaje, Retrato del Artista Adolescente es la historia de Stephen Dédalus, a quien conocemos desde niño y vivimos con él su transito por la adolescencia. Durante las primeras páginas, un narrador omnisciente, al principio con un lenguaje de rasgos infantiles que se corresponden con la niñez del protagonista, nos muestra una conversación en la casa de Dédalus a partir de la cual se hace referencia al contexto de Irlanda a comienzos del siglo XX, marcada por la cuestión emancipatoria que encarna la figura de Charles Stewart Parnell y la fuerte influencia del catolicismo. Sin perder de vista estos temas, la narración pasa a la adolescencia de Stephen en el colegio jesuita de Clongowes, una educación idéntica a la que recibió el propio Joyce, en la que se nos muestran las vicisitudes propias de este período de la vida como la relación con los pares, o formas tan arcaicas de la educación como el castigo físico y verbal típicos de la época. Sin embargo, el aspecto más relevante ocurre en el interior de Stephen, en la formación de su propia identidad frente al mundo, tal como le ocurre durante una caminata con su padre por Dublín:


Las palabras que no comprendía se las repetía una y otra vez, hasta que se las aprendía de memoria, y a través de ellas le llegaban vislumbres del mundo que les rodeaba. La hora en que él había de participar también en la vida de aquel mundo parecía que se iba acercando y comenzó a prepararse en secreto para el gran papel que le estaba reservado, pero que sólo confusamente entreveía.


Se podría decir que el desarrollo del personaje de Stephen se da en tres estadios diferentes. El primero consiste en lo que se podría denominar como el “sumergirse en el pecado”, puntualmente tener relaciones sexuales con prostitutas a partir del dinero ganado en un concurso literario, algo que en un ambiente profundamente católico como la Irlanda de 1904 se consideraba una falta gravísima para la ortodoxia religiosa. Si bien estamos hablando de un adolescente, no sólo se trata de un despertar sexual sino más bien una reacción ante el mundo que lo rodea, algo que se hace más por cierto regodeo en el "pecado" como respuesta al vacío y el sinsentido que por el placer sexual propiamente dicho: “Nada se agitaba en su alma fuera de una sensualidad fría, cruel y sin amor. Su niñez estaba muerta o perdida, y con ella, el alma propicia a las alegrías elementales. Y estaba derivando por la vida como la cáscara estéril de la luna". 

El segundo estadio aparece luego del larguísimo sermón de un predicador sobre el infierno, que si bien es muy gráfico y potente se me hizo algo tedioso por su longitud, el cual tiene como efecto en Stephen un cambio radical. Lo que antes era el gusto por el pecado se transforma en una santidad inusitada, llena de prácticas católicas y acciones piadosas para aliviar la culpa. Sin embargo, esta etapa pronto se muestra muy limitada, ya que la absolución brindada por la confesión no acalla los demonios internos de Stephen, lo cual conduce a un agotamiento rápido de esta espiritualidad al darse cuenta que la culpa por el pecado lo continuaría carcomiendo hiciese lo que hiciese. La propuesta del rector de tomar los hábitos de la Compañía de Jesús no hace más que alejarlo definitivamente de la vida religiosa.

El último Stephen, etapa que coincide con su paso por la universidad, es un artista con fuertes teorías respecto a lo que el arte es y debe ser. Sin profundizar demasiado en sus concepciones estéticas, el uso de las categorías de Aristóteles y, sobre todo, de Tomás de Aquino revelan una sólida formación respecto a los clásicos, pero sumada a una búsqueda personal que va más allá de la mera cita o recreación sin reflexión. No es por azar que Joyce haya elegido el apellido Dédalus, ya que remite al arquitecto de la mitología griega Dédalo, quien intento huir junto a su hermano Ícaro del laberinto de Creta, construido por él mismo, mediante unas alas de cera que se derritieron al volar demasiado cerca del sol:


¿Era una profecía del destino para el que había nacido, y que había estado siguiendo a través de las nieblas de su infancia y de su adolescencia, un símbolo del artista que forja en su oficina con barro inerte de la tierra un ser nuevo, alado, impalpable, imperecedero?


Incluso el nacionalismo irlandés es blanco de críticas por parte de Stephen, quien ante los requerimientos de sus compañeros de unirse de forma plena a su causa dice algo que claramente también le cabe al propio Joyce: "Me estás hablando de nacionalidad, de lengua, de religión. Esas son las redes de las que yo he de procurar escaparme".

En el Retrato puede leerse la idea de que un arte superador que rompa con lo establecido no aparece de la nada, así como la proyección de Stephen como artista dependió en gran medida de su tránsito por la transgresión y la obediencia, hasta llegar a la plena conciencia, yendo más allá. El costado ortodoxo del llamado “Celtic Revival”, esto es el resurgir y la reproducción de las tradiciones y costumbres gaélicas, rápidamente generó en Joyce (y en otros como Yeats) cierta desconfianza, ya que reproducir sin más una forma de ser y una cosmovisión propia de ocho siglos atrás no representaba lo que realmente Irlanda era a fines del siglo XIX y principios del XX. Tal como lo hace Stephen, y como Joyce desarrolla en toda su obra, la clave está en el uso de las distintas tradiciones, donde la cultura gaélica confluye con la clásica, sumada a la del invasor inglés; una identidad en constante transformación, cuya única certidumbre es el cambio.  

Para cerrar, retomando las preguntas del principio, Retrato del Artista Adolescente es una buena novela, con pasajes y descripciones memorables, amén de algún que otro fragmento tedioso y con la necesidad de ciertas referencias al contexto irlandés que ayudan en la lectura y la vuelven más disfrutable. A su vez, es una buena puerta de entrada a Joyce y al insoslayable Ulises, en el que podemos ver a un Stephen maduro e inserto plenamente en la bulliciosa vida pública dublinesa. Las caminatas por Dublín, la gran preocupación por las palabras y los efectos del lenguaje, el incipiente recurso del monólogo interior o fluir de la conciencia, y, sobre todo, una idea de arte y artista que constituyen casi una declaración de principios estéticos, tan presentes en Ulises, ya están planteados en el Retrato. No en vano el final, compuesto por anotaciones de Stephen en su diario, cierra con un pedido de amparo a un “Antepasado mío, antiguo artífice”, precedido de la frase: Salgo a buscar por millonésima vez la realidad de la experiencia y a forjar en la fragua de mi espíritu la conciencia increada de mi raza. Arte, búsqueda e identidad.




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