Lectura y cuarentena: ¿Asunto separado?


Lectura y cuarentena: ¿Asunto separado?


Honestamente no sé cuantos días llevamos de cuarentena mientras escribo esto. Sólo sé que si hay algo que me anda dando vueltas por la cabeza en estos días, más allá de la preocupación por los seres queridos y la incertidumbre ante el futuro a mediano y largo plazo, es el valor de la lectura en estos tiempos de encierro.
Recuerdo que en los primeros días de la cuarentena obligatoria, quizás con cierto optimismo que fue desapareciendo con el correr de los días, se fue instalando una suerte de discurso que buscaba hacer ver al periodo de aislamiento como una oportunidad para aprovechar las horas muertas del día. Este discurso se da en términos laborales de la mano del "home office" o cursadas virtuales (si es que se puede) de todos los niveles educativos, pero también en términos culturales, para ver películas, escuchar música, leer o escribir.
Antes que nada, me parece importante señalar el tinte "clasemediero aspiracional" de estos discursos, que no parecen considerar a aquellos que no pueden darse el lujo de dejar de asistir personalmente al lugar de trabajo, o quienes directamente  no tienen un lugar donde hacer efectiva la cuarentena. Dicho esto, la cuarentena implica, para los que pueden hacerla, un tiempo que es necesario llenar con algo para sobrellevar el aislamiento, y la lectura es un candidato casi ideal. Incluso es una gran oportunidad para difundir la lectura entre quienes, por distintas razones, no tienen este hábito incorporado.

"La lectura debería ser una de las formas de la felicidad"

Entonces, más allá de factores socio-económicos ¿Qué es lo que me hace ponerme a pensar en este tema como un problema y escribir en un blog que llevaba TRES AÑOS abandonado?  La respuesta es el tono imperativo y obligatorio que muchas veces tienen las recomendaciones de leer que circulan por WhatsApp o por las redes sociales. No siempre se dan en términos explícitamente imperativos, pero ante esta situación de emergencia anda dando vueltas la idea de "llevarse un libro a una isla desierta", como si ese contexto de aislamiento fuera el único contexto posible para leer. Y que no se malinterprete, amo leer y que la gente lea, viendo como está la industria editorial, sumado a que la pérdida del hábito lector se haya acentuado con el paso de los años, es a todas luces algo positivo. Sin embargo, motivos como "leer para ser más culto" o, uno muy repetido, "leer te hace mejor persona" distan mucho de lo que es la lectura para mí: el primero porque conlleva la idea de acumular un capital intelectual para vaya uno a saber qué, y el segundo por tener demasiados casos que demuestran lo contrario.

"Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros" (Franz Kafka)

La escritura tampoco se libra de estos tópicos, ya que se  buscan paralelismos ante la epidemia en los ejemplos del pasado. Que si Shakespeare escribió el Rey Lear durante una peste, lo mismo Boccaccio con el Decamerón, o el hecho de que Cervantes haya escrito la mayoría de sus grandes obras en sus últimos años de vida. Las comparaciones como estas son por demás absurdas, no porque los clásicos sean inalcanzables, sino porque parece que solo puede salir de esta contingencia un texto por obligación así de trascendente, y no a causa de tener verdaderamente algo que decir o por el placer de escribir.
¿Lectura y productividad van por separado? No necesariamente, como puede ser el caso de tener que leer para la escuela, la facultad, o para realizar un trabajo determinado donde la lectura sea necesaria. Lo que me hace ruido es que tópicos como los antes mencionados se apliquen a una lectura recreativa, que debería tener los componentes del gusto, el interés y el entretenimiento. No todas las lecturas tienen que ser las grandes obras de la literatura universal o textos "profundos", ya que es posible pasar un buen rato y obtener algo del texto más simple de todos, y que un texto consagrado no nos diga absolutamente nada. 
Para terminar, paradójicamente o quizás no tanto, nada más ni nada menos que Borges, posiblemente el escritor central en el canon literario argentino, sintetizó hace mucho tiempo este tema en una breve reflexión:   






Comentarios