Moby Dick: Viaje, ambición e inmensidad
Autor: Herman Melville
Editorial Planeta, SA, 2000
Título original: Moby-Dick
Año de publicación: 1851
Idioma original: Inglés
Traductor: José María Valverde
Moby Dick
es un despropósito, no hay otra manera de referirse a una novela con semejante
ambición y desmesura. Es de esos libros de los que se tiene una vaga idea, una
asociación rápida como Don Quijote y
los molinos de viento, el monstruo de Frankenstein
o, domésticamente, el gaucho Martín Fierro y sus consejos; lo mismo ocurre con
la ballena blanca (en realidad un cachalote, ya lo veremos) de la novela de
Melville. Sin embargo, el encuentro del barco Pequod con Moby Dick es apenas una parte minoritaria del
libro, abundante en descripciones técnicas denominadas “cetología” y reflexiones filosóficas. Este
componente, científico en su gran mayoría pero también mítico y
pseudocientífico, da cuenta de lo ambicioso de la novela, de su deseo de
abarcar la totalidad del tema de la pesca ballenera, y una muestra de esto es el apartado que abre el libro, "Etimología y citas", un conjunto heterogéneo de las referencias a la ballena a lo largo de la historia.
Con
el célebre comienzo “Llamadme Ismael”,
Melville nos introduce a uno de los narradores, ya que a lo largo de la
novela oscila entre esta primera persona, Ismael, y un narrador omnisciente en tercera. Ismael es a través
de quien nos acercamos por vez primera a la experiencia de la pesca de ballenas, que tiene como epicentro a Nantucket, una isla situada en la costa oeste de
Estados Unidos que se sustenta a partir de todos los productos obtenidos mediante dicha actividad. Este pueblo atrae marineros de todos los rincones del planeta, como
Queequeg, oriundo de Nueva Zelanda y compañero de Ismael, Tashtego, un nativo norteamericano, el africano Daggo, el parsi Fedallah y Pip, un afroamericano con una locura de tintes shakesperianos que adquiere luego de saltar de una lancha en plena caza. La extranjería y la
multiculturalidad es uno de los puntos más fuertes del libro, ya que en el
Pequod se mezclan marineros de distintas nacionalidades, y si bien hay
referencias a la oposición entre "la civilización" (blanca y occidental) frente a "la barbarie" (literalmente todo lo demás), esto se va diluyendo en función de la
trama; no importa de donde sea cada uno, sino que sirva al propósito del
capitán Ahab: su venganza contra Moby Dick.
Ahab
es sin dudas uno de los puntos fuertes del libro por su desarrollo y personalidad, pero también podría decirse que se debe a su presencia mediante
la ausencia, característica que comparte con Moby Dick. Tal como el cachalote (después de tantos capítulos de cetología hablemos con propiedad) el viejo
capitán pocas veces es visto por los tripulantes del Pequod, pero
constantemente se hacen alusiones al ruido de su pata de palo, y a las cosas
que se cuentan sobre él.
Recién en el capítulo XXXVI, Ahab da a conocer sus intenciones a la
tripulación, y lo que comenzó como el viaje de un barco ballenero común, que no
es poca cosa debido a los peligros de esta actividad en el siglo XIX, se convierte en la venganza casi irracional del capitán, que pone en peligro a todos los marineros por
perseguir y dar caza alrededor del mundo a Moby Dick. El blanco cachalote se presenta
inicialmente como un mito y, mediante información brindada poco a poco
a lo largo de los capítulos, aparece como una poderosa fuerza de la naturaleza capaz de
acabar echar a pique a un barco con relativa facilidad.
Como
se dijo anteriormente, Moby Dick esta presente en todo el libro, pero aparece
poco y al final, en los últimos cuatro capítulos. Sin embargo, la idea del
cetáceo es lo que estructura el texto entero y con lujo de detalle; casi parece
que cada cosa que Melville tuviese a mano o en su memoria sobre las ballenas
estuviese incluido en su libro. La ballena aparece caracterizada como dios,
mito, demonio, estudiada desde la biología, la frenología e incluso la filosofía.
Efectivamente destaca como fuerza de la naturaleza, inmensa e inconmensurable,
frente a la que el ser humano es insignificante, aún cuando este pudo
desarrollar herramientas para su explotación como recurso de forma eficiente.
La megalomanía de Ahab puede hasta asociarse con un desafío a la naturaleza o,
desde una óptica religiosa, a Dios, lo que construiría un pecado, pero también
puede verse como un acto de arrojo y valentía frente a un monstruo de
proporciones bíblicas, que no en vano es llamado Leviatán en numerosas
ocasiones.
Herman Melville
La persecución y caza de Moby Dick no se agota en un relato de aventuras y
tiene una fuerte carga simbólica, pero la profundidad de la obra aparece cuando
las interpretaciones y lecturas posibles respecto a que es lo que
verdaderamente representa esta simbología no constituyen una respuesta unívoca. La historia de la
venganza de Ahab y el cachalote se inserta en el marco de la pesca
ballenera, que es desde donde Melville parte para incluir todo tipo de
cuestiones referentes a la identidad, la Fe, el ser humano frente a la
naturaleza, la ciencia, la muerte y un largo etcétera. Una temática a priori menor,
es elevada a la categoría de mito a partir de la inclusión de figuras como
Perseo, San Jorge, Hércules, Visnú y, sobre todo, Jonás. Como sostiene el narrador: “Para producir un libro poderoso, hay
que elegir un tema poderoso”, y las imágenes de Melville son extremadamente poderosas, como por ejemplo la descripción de las lanchas sobre una de las ballenas cazadas, el proceso de descuartizamiento de las mismas (muy impresionante por lo cruento de la actividad) o los tiburones devorando los restos de la pesca del Pequod; pero no quiero dejar de destacar, alerta de SPOILERS de por medio, el párrafo final de la novela:
"Entonces, pequeñas aves volaron fritando sobre
el abismo aún entreabierto; una tétrica rompiente blanca chocó contra sus
bordes abruptos; después, todo se desplomó, y el gran sudario del mar siguió
meciéndose como se mecía hace cinco mil años"
La
lectura de Moby Dick es un camino
arduo, sobre todo en los capítulos de cetología, pero su inclusión en relación
a la totalidad de la novela la vuelven mucho más rica. Como libro de largo
aliento, ideal en tiempos de lectura limitada por exámenes y otras yerbas, uno
poco a poco se sumerge en la historia, casi como si fuera uno más de los
tripulantes del Pequod, al encuentro tanto de Ahab como de Moby Dick. Para
cerrar del mismo modo que empecé la entrada, Moby Dick
es un despropósito, un despropósito maravilloso.
Moby Dick
es un despropósito, no hay otra manera de referirse a una novela con semejante
ambición y desmesura. Es de esos libros de los que se tiene una vaga idea, una
asociación rápida como Don Quijote y
los molinos de viento, el monstruo de Frankenstein
o, domésticamente, el gaucho Martín Fierro y sus consejos; lo mismo ocurre con
la ballena blanca (en realidad un cachalote, ya lo veremos) de la novela de
Melville. Sin embargo, el encuentro del barco Pequod con Moby Dick es apenas una parte minoritaria del
libro, abundante en descripciones técnicas denominadas “cetología” y reflexiones filosóficas. Este
componente, científico en su gran mayoría pero también mítico y
pseudocientífico, da cuenta de lo ambicioso de la novela, de su deseo de
abarcar la totalidad del tema de la pesca ballenera, y una muestra de esto es el apartado que abre el libro, "Etimología y citas", un conjunto heterogéneo de las referencias a la ballena a lo largo de la historia.
Con
el célebre comienzo “Llamadme Ismael”,
Melville nos introduce a uno de los narradores, ya que a lo largo de la
novela oscila entre esta primera persona, Ismael, y un narrador omnisciente en tercera. Ismael es a través
de quien nos acercamos por vez primera a la experiencia de la pesca de ballenas, que tiene como epicentro a Nantucket, una isla situada en la costa oeste de
Estados Unidos que se sustenta a partir de todos los productos obtenidos mediante dicha actividad. Este pueblo atrae marineros de todos los rincones del planeta, como
Queequeg, oriundo de Nueva Zelanda y compañero de Ismael, Tashtego, un nativo norteamericano, el africano Daggo, el parsi Fedallah y Pip, un afroamericano con una locura de tintes shakesperianos que adquiere luego de saltar de una lancha en plena caza. La extranjería y la
multiculturalidad es uno de los puntos más fuertes del libro, ya que en el
Pequod se mezclan marineros de distintas nacionalidades, y si bien hay
referencias a la oposición entre "la civilización" (blanca y occidental) frente a "la barbarie" (literalmente todo lo demás), esto se va diluyendo en función de la
trama; no importa de donde sea cada uno, sino que sirva al propósito del
capitán Ahab: su venganza contra Moby Dick.
Ahab
es sin dudas uno de los puntos fuertes del libro por su desarrollo y personalidad, pero también podría decirse que se debe a su presencia mediante
la ausencia, característica que comparte con Moby Dick. Tal como el cachalote (después de tantos capítulos de cetología hablemos con propiedad) el viejo
capitán pocas veces es visto por los tripulantes del Pequod, pero
constantemente se hacen alusiones al ruido de su pata de palo, y a las cosas
que se cuentan sobre él.
Recién en el capítulo XXXVI, Ahab da a conocer sus intenciones a la
tripulación, y lo que comenzó como el viaje de un barco ballenero común, que no
es poca cosa debido a los peligros de esta actividad en el siglo XIX, se convierte en la venganza casi irracional del capitán, que pone en peligro a todos los marineros por
perseguir y dar caza alrededor del mundo a Moby Dick. El blanco cachalote se presenta
inicialmente como un mito y, mediante información brindada poco a poco
a lo largo de los capítulos, aparece como una poderosa fuerza de la naturaleza capaz de
acabar echar a pique a un barco con relativa facilidad.
Como se dijo anteriormente, Moby Dick esta presente en todo el libro, pero aparece poco y al final, en los últimos cuatro capítulos. Sin embargo, la idea del cetáceo es lo que estructura el texto entero y con lujo de detalle; casi parece que cada cosa que Melville tuviese a mano o en su memoria sobre las ballenas estuviese incluido en su libro. La ballena aparece caracterizada como dios, mito, demonio, estudiada desde la biología, la frenología e incluso la filosofía. Efectivamente destaca como fuerza de la naturaleza, inmensa e inconmensurable, frente a la que el ser humano es insignificante, aún cuando este pudo desarrollar herramientas para su explotación como recurso de forma eficiente. La megalomanía de Ahab puede hasta asociarse con un desafío a la naturaleza o, desde una óptica religiosa, a Dios, lo que construiría un pecado, pero también puede verse como un acto de arrojo y valentía frente a un monstruo de proporciones bíblicas, que no en vano es llamado Leviatán en numerosas ocasiones.
Herman Melville |
La persecución y caza de Moby Dick no se agota en un relato de aventuras y
tiene una fuerte carga simbólica, pero la profundidad de la obra aparece cuando
las interpretaciones y lecturas posibles respecto a que es lo que
verdaderamente representa esta simbología no constituyen una respuesta unívoca. La historia de la
venganza de Ahab y el cachalote se inserta en el marco de la pesca
ballenera, que es desde donde Melville parte para incluir todo tipo de
cuestiones referentes a la identidad, la Fe, el ser humano frente a la
naturaleza, la ciencia, la muerte y un largo etcétera. Una temática a priori menor,
es elevada a la categoría de mito a partir de la inclusión de figuras como
Perseo, San Jorge, Hércules, Visnú y, sobre todo, Jonás. Como sostiene el narrador: “Para producir un libro poderoso, hay
que elegir un tema poderoso”, y las imágenes de Melville son extremadamente poderosas, como por ejemplo la descripción de las lanchas sobre una de las ballenas cazadas, el proceso de descuartizamiento de las mismas (muy impresionante por lo cruento de la actividad) o los tiburones devorando los restos de la pesca del Pequod; pero no quiero dejar de destacar, alerta de SPOILERS de por medio, el párrafo final de la novela:
"Entonces, pequeñas aves volaron fritando sobre el abismo aún entreabierto; una tétrica rompiente blanca chocó contra sus bordes abruptos; después, todo se desplomó, y el gran sudario del mar siguió meciéndose como se mecía hace cinco mil años"
La
lectura de Moby Dick es un camino
arduo, sobre todo en los capítulos de cetología, pero su inclusión en relación
a la totalidad de la novela la vuelven mucho más rica. Como libro de largo
aliento, ideal en tiempos de lectura limitada por exámenes y otras yerbas, uno
poco a poco se sumerge en la historia, casi como si fuera uno más de los
tripulantes del Pequod, al encuentro tanto de Ahab como de Moby Dick. Para
cerrar del mismo modo que empecé la entrada, Moby Dick
es un despropósito, un despropósito maravilloso.
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